El cuidado personal en la antigua Roma III

La depilación

Las mujeres se rasuraban totalmente el bello corporal ya que, como norma general, los hombres sólo se acostaban con mujeres que habían sido previamente depiladas. Existían varios procedimientos para quitar el vello corporal como las cataplasmas compuestas de varias ceras resinosas disueltas en aceite de oliva, si bien el procedimiento más común, y a la vez el más lento y doloroso, era la depilación con pinzas de metal de forma y longitud variable, forcipes aduncae, así como el raspado con piedra pómez.

Ovidio (Arte de amar, III, 193) consideró la depilación como algo natural e incluso llegó a criticar a las mujeres cuyas piernas no estaban depiladas, y Marcial (Epigramas, II, 6) señaló que existían mujeres que incluso ya se depilaban los brazos y las zonas genitales. Por otro lado, Plinio (Historia Natural, XXIX, 26) consideró la depilación masculina como un acto afeminado, si bien es cierto que fue una práctica bastante habitual. En este sentido, Suetonio (Augusto, 68) señaló que Augusto solía depilarse las piernas con bastante frecuencia, y Séneca (Epigramas, 56.2) informó de la existencia de especialistas de la depilación.

 

La higiene bucal

En la limpieza bucal se utilizaba el vinagre, los nitratos, la soda y el bicarbonato, si bien el dentífrico más utilizado era la orina, siendo la hispana, envasada en ánforas precintadas, la más cotizada y distribuida por todo el Imperio. Se utilizaban, además, cepillos dentales fabricados en madera, el dentiscalpium, e incluso existieron prótesis dentales fabricadas en hueso y en marfil.

 

Los objetos de toilette

Entre los artículos del cuidado personal el más significativo era el espejo. Podía presentar una forma redondeada, respetando la tradición etrusca, o cuadrada, modelo muy difundido y común durante todo el Imperio. Tradicionalmente, los espejos se fabricaban en metal –bronce, cobre, plata y oro– y tenían mangos finamente trabajados tanto en metal como en hueso o marfil. Según Plinio el Viejo, la factoría más importante de espejos se encontraba en Brindisi, si bien en época tardía los espejos de vidrio acabaron reemplazando a los espejos de metal.

Por otro lado, existían diferentes tipos de peines fabricados en madera, hueso o metal. El modelo más sencillo tan sólo tenía una fila de púas y el más común contaba con dos filas de púas contrapuestas. En este sentido, no era extraño que, como ocurría con los espejos, los propietarios escribiesen su nombre en las empuñaduras de los peines.

 

La Bona Dea

 

En el 67 a.C. Julio César había contraído su segundo matrimonio con Pompeya, hija de Quinto Pompeyo Rufo y nieta de Sila. Este nuevo matrimonio le garantizaba guardar buenas relaciones con las facciones más conservadoras del Senado. Si una cualidad caracterizaba a Pompeya, además de su belleza, era su inmoral comportamiento con sus amantes. Tal es así que la madre del nuevo pretor, Aurelia, descubrió los amoríos que Pompeya tenía con el joven y bello aristócrata Publio Clodio Pulcher. A comienzos de diciembre del 61 a.C., ambos amantes fueron descubiertos durante la celebración de las festividades de la Bona Dea, diosa de la virginidad y la fertilidad femenina en cuyo culto, celebrado ese año en la casa de Pompeya, no estaba permitida la presencia masculina. A pesar de ser descubierto disfrazado de mujer, Clodio no recibió condena alguna por parte del pretor urbano de Roma. No obstante, Julio César no podía tener como esposa a una mujer infiel con lo que su familia consiguió que inmediatamente se divorciara de Pompeya quedando en condiciones de contraer un nuevo matrimonio. En la imagen, Clodio, travestido de muchacha y soportando una lira, intenta seducir a Pompeya.

La identificación de las facultades divinas de la Bona Dea resulta bastante compleja debido a su sincretismo con otras deidades como Ope (diosa de la vida), Fatua (diosa de la tierra gracias a la cual los niños aprendían sus primeras palabras cuando entraban en contacto directo con ella) y Fauna (la hija de Fauno), todas ellas divinidades vinculadas con la belleza y la naturaleza. En síntesis, y a tenor de lo relatado por Macrobio en su obra Saturnalia,la Bona Dea fue la diosa de la fertilidad femenina, la virginidad, la curación y la belleza natural. Generalmente, se la representa sentada en un trono y sosteniendo una cornucopia.

En lo que respecta a su culto, celebrado en el mes de diciembre, era un culto únicamente reservado a las mujeres. La diosa era venerada en un templo situado en el monte Aventino, si bien su rito, siempre secreto, se practicaba en el hogar de algún magistrado romano. Además de estar vetada la presencia de hombres, se prohibían, además, las pinturas de figuras de hombres o animales macho. La estancia donde se practicaba el culto estaba decorada con flores y plantas, a excepción del mirto, ya que, según el mito, la Bona Dea, identificada con Fauna, fue golpeada hasta la muerte por Fauno con una rama de mirto.

 

Fuente consultada Anatomía de la historia.

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